La que termina ha sido una semana a toda orquesta para el presidente Javier Milei. Se lo ve radiante en la foto publicada el viernes, en la mansión privada de Donald Trump, en Mar a Lago, Florida, en el marco de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC).
Allí, ungido como el primer presidente en mantener una reunión privada con Trump, Milei aparece flanqueado por el magnate republicano y por el empresario más poderoso del mundo, Elon Musk, además de su hermana Karina y el flamante canciller argentino, Gerardo Werthein.
En sus discursos, queda claro que imagina una revolución conservadora en todo el planeta, liderada por el presidente electo de los EEUU y acompañado por todos los líderes de la nueva derecha, desde Netanyahu a Bolsonaro.
Sin reparar la distancia que separa al anarcocapitalismo de inspiración austríaca -que nunca se aplicó antes en ningún país- y el proteccionismo nacionalista de Trump, este, sin embargo, elogió en términos laudatorios el ajuste drástico del gasto público y el freno a la inflación llevado a cabo por el gobierno argentino.
El índice de inflación de octubre, por debajo de 3%, y la exitosa gestión para frenar los paros de los gremios aeronáuticos fueron señales de fortaleza que Milei presentó como trofeos.
También, la ratificación de la condena de Cristina Kirchner y varios funcionarios acusados en la causa Vialidad le permitió al presidente reforzar su duelo personal con el kirchnerismo. Incluso, llegó al extremo de suspender la jubilación y la pensión de la expresidenta, sin reparar en las probables consecuencias judiciales que podría tener la decisión. Las consecuencias políticas, sin duda, serán en principio favorables, ya que ese privilegio económico de Cristina genera enorme rechazo. El problema es que ella ya tiene un fallo a favor sobre la legalidad de ambos beneficios. Y que, a largo plazo, un presidente que pasa por encima de la Ley, tendrá que hacerse cargo de la erosión institucional que provoca.
La tormenta del mundo
En ese punto, Trump y Milei se parecen. Pero ambos cuentan a favor con un dato: la crisis institucional y la inestabilidad económica en el orden global, además de la creciente desigualdad, hablan de un agotamiento que facilita los discursos revulsivos de los líderes carismáticos o simplemente espectaculares.
Y eso pasa en la Argentina. También en Estados Unidos. Pero ni Trump ni Milei cuentan con el apoyo incondicional de una mayoría aplastante.
Y allí vienen los interrogantes acerca de cuál es la visión internacional del gobierno argentino. Las decisiones adoptadas por Werthein desde el despido de Diana Mondino no permiten descubrir que el gobierno esté calibrando los riesgos que toma, no solo con el alineamiento con Trump, que a simple vista no garantiza ningún beneficio particular y seguro para el país.
“Estamos transitando un mundo en el cual más que incertidumbre, hay pugnacidad, y más que inestabilidad, hay peligrosidad”, advierte el catedrático Juan Gabriel Tokatlian.
Mientras la gestión se lleva gran parte del tiempo del gobierno, ya comenzó a mirar de reojo la elección legislativa del 2025.
Trump parece dispuesto a abandonar a su suerte a Europa, a exigir a esos países un mayor aporte -sustancialmente mayor – al presupuesto de la OTAN, no intervendría en una eventual invasión china a Taiwan, trataría de lograr con urgencia una paz muy costosa para Ucrania, invadida por Putin. Sin embargo, profundizaría el respaldo a Israel y el asedio sobre Irán. Todos, conflictos que pueden escalar en cualquier momento. Incluso, crecen los interrogantes acerca de los riesgos que corre la paz interior del mismo Estados Unidos.
Contra las políticas globales
Probablemente, Milei confíe en el apoyo financiero que pueda brindarle Trump y se ilusiona con la posibilidad de una lluvia de inversiones. Ninguna de las dos alternativas parece demasiado viable, por ahora. La segunda, mucho menos que la primera.
En la misma semana, la Cancillería tomó decisiones también disruptivas que muestran firmeza en la decisión de no sumar al país a las políticas globales.
Una fue la de retirar a la delegación oficial argentina en pleno desarrollo de la COP29, espacio generado por Naciones Unidas para discutir el rumbo de las políticas climáticas del planeta, donde el sector agropecuario tiene un espacio especial. La reunión se realizaba en Bakú, capital de Azerbaiyán. La retirada compulsiva desalinea al país de esa agenda y podría cerrar la puerta de acceso a los “bonos verdes”, destinados a financiar el desarrollo sustentable. Inesperado, totalmente, porque hace dos semanas, en Cali, Colombia, en la Convención de Diversidad Biológica, Argentina presentó, en cumplimiento de compromisos ya asumidos, su Estrategia Nacional de Biodiversidad y Plan de Acción a 2030.
Además, en la ONU, el representante argentino votó en contra de los acuerdos para prevenir la violencia digital contra las mujeres y, también contra el reconocimiento de derechos de los pueblos originarios. Es decir, en contra de compromisos con rango constitucional. Y Diana Mondino fue arbitrariamente despedida por votar a favor de las medidas comerciales adoptadas por Estados Unidos contra Cuba.
Sin duda, el presidente apuesta fuerte y se siente halagado por los elogios internacionales que recibe en las reuniones del nuevo conservadorismo. Y el interrogante: cual será el resultado de la reunión de este fin de semana con Emmanuel Macron, el presidente de Francia que se adelantó a la reunión del G20, la semana que viene en Río de Janeiro, para tratar de llegar a acuerdos comerciales y, también, sobre los compromisos adquiridos en el Acuerdo de Paris.
Milei sabe que empezó una nueva era, por el degaste de las políticas tradicionales en la transformación del mundo. Probablemente, el fin de ochenta años de bipolaridad y “paz armada”. Todavía tiene que demostrar si está en condiciones sostener decisiones tan fuertes y de manejarse adecuadamente en este orden mundial que se está gestando.
Fuente: El Tribuno | Nacionales