Lo que comenzó como un acto de solidaridad terminó convirtiéndose en un problema para todo un barrio. En Rosario de Lerma, un perro callejero, ahora conocido como “Romel“, llegó asustado durante los corsos del carnaval en enero pasado y se refugió en la casa de una vecina, María, quien, con buen corazón, decidió darle un plato de comida y cobijo por una noche. Lo que ella no imaginó es que el perro no solo se quedaría, sino que instauraría un auténtico “régimen de terror” en la zona.
“Romel” nunca se fue. No solo hizo de la casa de María su hogar, sino que se convirtió en un “inquilino usurpador“, marcando su territorio con dientes en lugar de ladridos. Al principio, parecía un simple caso de un perro en busca de refugio, pero pronto su comportamiento agresivo desató el caos: mordió al menos a tres vecinos, atacó a ciclistas y hasta agredió a la misma mujer que lo alimentó.
María, desesperada, intentó de todo para solucionar el problema. Llamó al 911, recurrió a la policía, contactó a grupos protectores de animales y su historia se viralizó en redes sociales. Sin embargo, nadie ha reclamado la propiedad del perro y las autoridades han dejado claro que “no pueden hacerse cargo” del iracundo animal. Mientras tanto, los vecinos temen que la próxima víctima sea un niño. Algunos intentan ayudar a María a encontrar una solución antes de que la situación se descontrole aún más.
El caso de “Romel” expone un problema mucho más profundo: la irresponsabilidad en la tenencia de mascotas. Nadie sabe de dónde salió el perro, pero todo apunta a que fue abandonado en medio del carnaval.
El problema es que ahora, legalmente, la responsabilidad recae sobre María, quien jamás tuvo la intención de adoptarlo, pero que enfrenta hasta tres denuncias de vecinos que han sido mordidos.
Fuente: El Tribuno | Salta