Educación Superior con IA: creatividad, humanidad y ética

Por Mg. Constanza Diedrich

La inteligencia artificial (IA) está transformando profundamente nuestra forma de vivir, trabajar y, especialmente, aprender. Se perfila como una de las fuerzas más disruptivas de nuestra era, con impactos profundos en la sociedad, la economía, el mercado de trabajo y de manera crucial, la educación. En el ámbito de la educación superior, esta tecnología representa una oportunidad sin precedentes para personalizar el aprendizaje, potenciar competencias, transformar la enseñanza y mejorar los procesos de gestión institucional. Sin embargo, también plantea desafíos significativos que merecen una reflexión crítica.

La integración de la IA en la educación no es un fenómeno aislado, sino parte de un proceso más amplio vinculado a la Quinta Revolución Industrial. Este periodo se caracteriza por la convergencia de tecnologías que difuminan las fronteras entre los mundos físico, digital y biológico. En este escenario, las universidades tienen un rol clave no sólo como instituciones formadoras, sino como motores de innovación. Las instituciones de educación superior enfrentan la necesidad de repensar su papel y sus prácticas en tres aspectos principales: la gestión, la enseñanza y el aprendizaje.

La gestión de las universidades enfrenta una creciente complejidad, que abarca desde la administración de recursos hasta la personalización de la experiencia estudiantil. Aquí es donde la IA, tanto predictiva como generativa, juega un papel central al optimizar procesos y mejorar la toma de decisiones, ayudando a los gestores universitarios a anticipar escenarios futuros y a diseñar políticas más efectivas.

Las plataformas basadas en IA procesan enormes volúmenes de datos para identificar patrones que pueden influir en las estrategias institucionales. Estos desarrollos, basados en IAP (Inteligencia Artificial Predictiva) posibilitan análisis que permiten, por ejemplo, prever la deserción estudiantil y diseñar intervenciones personalizadas mejorando los índices de retención fomentando una gestión más eficiente de los recursos.

Otro desarrollo de lAG (Inteligencia Artificial Generativa) que está teniendo un importante impacto en los procesos de gestión universitaria son los asistentes virtuales, diseñados para interactuar con los usuarios, responder preguntas, realizar acciones específicas, entre otras funciones. Los modelos de lenguaje de la IA generativa (Chat GPT, por ejemplo), posibilitan generar asistentes virtuales a medida de las necesidades de la institución, mediante procesos de entrenamiento.

Sin embargo, la implementación de estas herramientas requiere un compromiso institucional significativo. Es necesario no solamente invertir en tecnología, sino también en la capacitación del personal para asegurar una transición fluida hacia un modelo de gestión basado en datos. Además, las universidades deben establecer políticas claras que garanticen la protección de la privacidad de los datos de los estudiantes y el uso ético de la IA.

Transformación de la enseñanza y del aprendizaje con IA

La IA está redefiniendo los enfoques pedagógicos, abriendo nuevas posibilidades para personalizar y enriquecer los procesos de enseñanza.

Por un lado, permite generar trayectorias de aprendizaje que se ajustan al ritmo y estilo de cada estudiante utilizando algoritmos que adaptan los contenidos en función del progreso individual. Esta lógica está encontrando su lugar en la educación superior abriendo así, un camino hacia una educación más personalizada.

En este sentido, herramientas como los tutores virtuales pueden ofrecer apoyo instantáneo a los estudiantes, respondiendo preguntas y explicando conceptos complejos en tiempo real. Esto expande el alcance del docente, quien puede concentrarse en tareas de mayor valor agregado. Además, las tecnologías de realidad aumentada y de realidad virtual impulsadas por IA abren nuevas oportunidades para enseñar conceptos complejos mediante experiencias inmersivas. Estas herramientas permiten a los estudiantes enfrentarse a escenarios simulados que replican la realidad, algo particularmente valioso en campos como las ciencias de la salud o la ingeniería.

Es importante destacar que, lejos de reemplazar a los profesores, la IA redefine y amplía su función. Ahora, el docente actúa, además, como un mediador crítico que guía el aprendizaje, fomenta el pensamiento analítico y asegura un uso ético de la tecnología.

Impacto en el aprendizaje: la perspectiva del estudiante

La difusión de las innovaciones en la sociedad actual se produce a un ritmo vertiginoso. Esta revolución de los medios tecnológicos, ha originado un nuevo orden económico y social, donde se han modificado los procesos de producción incorporándose lógicas digitales; se globalizan los mercados y la distribución del conocimiento, al mismo tiempo que estos conocimientos se renuevan y se tornan obsoletos a una velocidad no conocida con anterioridad.

En este contexto, la aparición de la IA y el acelerado desarrollo de sus aplicaciones pone a la institución universitaria ante el desafío de preparar a los estudiantes en las nuevas competencias que el futuro del trabajo demanda. La IA puede ayudar a identificar habilidades emergentes y a diseñar programas curriculares que se alineen con las demandas del mercado laboral. Asimismo, fomentar competencias como el pensamiento crítico y la alfabetización digital, esenciales en el siglo XXI.

Dos aspectos importantes a considerar son: cómo los docentes incorporamos la IA a nuestras prácticas y cómo orientamos a nuestros alumnos en su uso. Una reciente encuesta respecto al estado de situación del uso de la IA en educación superior, implementada por RECLA, la Red de Educación Continua de América Latina y Europa, da cuenta del uso extendido de la Inteligencia Artificial Generativa por parte de los profesores universitarios en aspectos tales como la generación de contenidos, apoyo a la investigación, generación de exámenes y rúbricas, entre otras utilidades.

Por otro lado, el uso de IA por parte de los estudiantes genera una legítima preocupación de los profesores en lo que respecta a la evaluación de los aprendizajes. Esto está motivando una profunda revisión de los modelos y herramientas de evaluación para garantizar la validez de los resultados de aprendizaje.

Los desafíos que no podemos ignorar

No obstante, el entusiasmo por la IA debe ir acompañado de una cautela crítica. Por ejemplo, la integración de sistemas automatizados puede exacerbar desigualdades preexistentes. La brecha digital, marcada por la falta de acceso a dispositivos tecnológicos y conexión a internet, aún es una realidad en muchas regiones. Esta limitación excluye a estudiantes de entornos desfavorecidos, profundizando la desigualdad educativa.

El sesgo en los algoritmos de IA es otro tema relevante. Estos sistemas aprenden de datos históricos que, en muchos casos, reflejan prejuicios culturales o sociales. Si no se abordan adecuadamente, estos sesgos pueden perpetuar inequidades en el acceso a oportunidades educativas.

Por otro lado, existe el riesgo de que el uso excesivo de IA fomente una dependencia tecnológica que limite la capacidad de los estudiantes para desarrollar pensamiento crítico y autonomía. La capacidad de resolver problemas complejos requiere algo más que algoritmos: demanda habilidades humanas como la creatividad, la empatía y la ética, que la tecnología, por avanzada que sea, no puede replicar.

De igual manera, el uso de grandes volúmenes de datos plantea interrogantes sobre la privacidad y la seguridad de la información. Es crucial establecer regulaciones claras para proteger los derechos de los estudiantes y los docentes.

Además, surge la necesidad de una supervisión ética rigurosa para evitar el uso indebido de la IA. La comunidad educativa debe desempeñar un papel activo en la promoción de valores éticos y en el establecimiento de directrices claras sobre el desarrollo y la aplicación de estas tecnologías.

El papel del docente en la era de la IA

Como ya se mencionó con anterioridad, la irrupción de la IA no implica la obsolescencia del docente, sino una reconfiguración de su rol. Los profesores deben asumir la responsabilidad de guiar el aprendizaje en un entorno donde la tecnología es omnipresente. Esto incluye no sólo dominar herramientas digitales, sino también fomentar el pensamiento crítico y reflexivo en sus estudiantes.

La IA puede liberar a los docentes de tareas administrativas repetitivas, permitiéndoles dedicar más tiempo a aspectos pedagógicos. Sin embargo, esta ventaja viene acompañada de un desafío: evitar que la tecnología desplace la interacción humana en las prácticas educativas. Las relaciones entre docentes y estudiantes son fundamentales para crear un entorno educativo enriquecedor, donde no solo se transmiten conocimientos, sino también valores y habilidades interpersonales.

La clave para maximizar el potencial de la IA en la educación superior está en integrarla de manera ética y responsable. Esto implica diseñar políticas educativas que promuevan la inclusión digital, capacitar a los docentes en competencias tecnológicas y pedagógicas, y asegurar que la IA complemente, y no reemplace, el papel del profesor.

Las universidades tienen la responsabilidad de liderar este proceso, adoptando tecnologías que respeten la diversidad cultural y promuevan la equidad. Se requiere inversión en infraestructura tecnológica y la creación de programas de alfabetización digital para estudiantes y docentes.

La IA no es el futuro de la educación; es el presente. Aprovechar sus ventajas sin perder de vista los valores humanos fundamentales será el mayor desafío de nuestra generación. Las universidades tienen la oportunidad de convertirse en espacios donde la tecnología y la pedagogía convergen para crear experiencias de aprendizaje más ricas y significativas, asegurando que la IA sea un aliado para potenciar el conocimiento y preparar a las nuevas generaciones para un futuro dinámico y complejo.

Además, las tecnologías de realidad aumentada y de realidad virtual impulsadas por IA abren nuevas oportunidades para enseñar conceptos complejos mediante experiencias inmersivas. Estas herramientas permiten a los estudiantes enfrentarse a escenarios simulados que replican la realidad, algo particularmente valioso en campos como las ciencias de la salud o la ingeniería.

Es importante destacar que, lejos de reemplazar a los profesores, la IA redefine y amplía su función. Ahora, el docente actúa, además, como un mediador crítico que guía el aprendizaje, fomenta el pensamiento analítico y asegura un uso ético de la tecnología.

Perspectiva del estudiante

La difusión de las innovaciones en la sociedad actual se produce a un ritmo vertiginoso. Esta revolución de los medios tecnológicos, ha originado un nuevo orden económico y social, donde se han modificado los procesos de producción incorporándose lógicas digitales; se globalizan los mercados y la distribución del conocimiento, al mismo tiempo que estos conocimientos se renuevan y se tornan obsoletos a una velocidad no conocida con anterioridad.

En este contexto, la aparición de la IA y el acelerado desarrollo de sus aplicaciones pone a la institución universitaria ante el desafío de preparar a los estudiantes en las nuevas competencias que el futuro del trabajo demanda. La IA puede ayudar a identificar habilidades emergentes y a diseñar programas curriculares que se alineen con las demandas del mercado laboral. Asimismo, fomentar competencias como el pensamiento crítico y la alfabetización digital, esenciales en el siglo XXI.

Dos aspectos importantes a considerar son: cómo los docentes incorporamos la IA a nuestras prácticas y cómo orientamos a nuestros alumnos en su uso. Una reciente encuesta respecto al estado de situación del uso de la IA en educación superior, implementada por RECLA, la Red de Educación Continua de América Latina y Europa, da cuenta del uso extendido de la Inteligencia Artificial Generativa por parte de los profesores universitarios en aspectos tales como la generación de contenidos, apoyo a la investigación, generación de exámenes y rúbricas, entre otras utilidades.

Por otro lado, el uso de IA por parte de los estudiantes genera una legítima preocupación de los profesores en lo que respecta a la evaluación de los aprendizajes. Esto está motivando una profunda revisión de los modelos y herramientas de evaluación para garantizar la validez de los resultados de aprendizaje.

Los desafíos

No obstante, el entusiasmo por la IA debe ir acompañado de una cautela crítica. Por ejemplo, la integración de sistemas automatizados puede exacerbar desigualdades preexistentes. La brecha digital, marcada por la falta de acceso a dispositivos tecnológicos y conexión a internet, aún es una realidad en muchas regiones. Esta limitación excluye a estudiantes de entornos desfavorecidos, profundizando la desigualdad educativa.

El sesgo en los algoritmos de IA es otro tema relevante. Estos sistemas aprenden de datos históricos que, en muchos casos, reflejan prejuicios culturales o sociales. Si no se abordan adecuadamente, estos sesgos pueden perpetuar inequidades en el acceso a oportunidades educativas.

Por otro lado, existe el riesgo de que el uso excesivo de IA fomente una dependencia tecnológica que limite la capacidad de los estudiantes para desarrollar pensamiento crítico y autonomía. La capacidad de resolver problemas complejos requiere algo más que algoritmos: demanda habilidades humanas como la creatividad, la empatía y la ética, que la tecnología, por avanzada que sea, no puede replicar.

De igual manera, el uso de grandes volúmenes de datos plantea interrogantes sobre la privacidad y la seguridad de la información. Es crucial establecer regulaciones claras para proteger los derechos de los estudiantes y los docentes.

Además, surge la necesidad de una supervisión ética rigurosa para evitar el uso indebido de la IA. La comunidad educativa debe desempeñar un papel activo en la promoción de valores éticos y en el establecimiento de directrices claras sobre el desarrollo y la aplicación de estas tecnologías.

El papel del docente

Como ya se mencionó con anterioridad, la irrupción de la IA no implica la obsolescencia del docente, sino una reconfiguración de su rol. Los profesores deben asumir la responsabilidad de guiar el aprendizaje en un entorno donde la tecnología es omnipresente. Esto incluye no sólo dominar herramientas digitales, sino también fomentar el pensamiento crítico y reflexivo en sus estudiantes.

La IA puede liberar a los docentes de tareas administrativas repetitivas, permitiéndoles dedicar más tiempo a aspectos pedagógicos. Sin embargo, esta ventaja viene acompañada de un desafío: evitar que la tecnología desplace la interacción humana en las prácticas educativas. Las relaciones entre docentes y estudiantes son fundamentales para crear un entorno educativo enriquecedor, donde no solo se transmiten conocimientos, sino también valores y habilidades interpersonales.

La clave para maximizar el potencial de la IA en la educación superior está en integrarla de manera ética y responsable. Esto implica diseñar políticas educativas que promuevan la inclusión digital, capacitar a los docentes en competencias tecnológicas y pedagógicas, y asegurar que la IA complemente, y no reemplace, el papel del profesor.

Las universidades tienen la responsabilidad de liderar este proceso, adoptando tecnologías que respeten la diversidad cultural y promuevan la equidad. Se requiere inversión en infraestructura tecnológica y la creación de programas de alfabetización digital para estudiantes y docentes.

La IA no es el futuro de la educación; es el presente. Aprovechar sus ventajas sin perder de vista los valores humanos fundamentales será el mayor desafío de nuestra generación. Las universidades tienen la oportunidad de convertirse en espacios donde la tecnología y la pedagogía convergen para crear experiencias de aprendizaje más ricas y significativas, asegurando que la IA sea un aliado para potenciar el conocimiento y preparar a las nuevas generaciones para un futuro dinámico y complejo.

Fuente: El Tribuno | Salta